
SÓTANO UNO La batalla de Patricia Pensar diferente
La batalla de Patricia. – Brenda, mi siempre atenta waitress de esa antediluviana cafetería, me refiere el estado tan lamentable de la Universidad.
—¿Ya vio cómo está la casa del estudiante? —pregunta—.
Meditabundo, el periodista le explica que por ningún motivo llamaría al edificio de la Rectoría de la UAEMex "la casa del estudiante". Vaya desfachatez. Vergüenza deberían tener aquellos que la han destruido, secuestrado y lastimado, y que ahora exigen que la autoridad universitaria —a la que desconocieron— aclare la irrupción de otro grupo de porros, como ellos, que quiso enfrentarlos y arrebatarles el botín.
Patricia Zarza Delgado ha sido electa por la comunidad universitaria, y en su buena fe y disposición mantiene un diálogo permanente con las distintas asambleas de las facultades, unidades y escuelas. Quienes no la aceptan son aquellos que se niegan a devolver lo que criminalmente arrebataron, un pequeño grupo de revoltosos que ya no representa a una comunidad que anhela volver a clases y hacer de esto una página que hay que darle vuelta.
Si este movimiento evidenció corrupción y despilfarros, lo desenmascararon. Hasta ahí tenían el respaldo social; empero, al verse penetrados por extraños, han recibido la espalda de auténticos universitarios que no desean continuar con esta farsa. Quizá esperan ser agredidos para nombrarse víctimas o mártires, pero si en verdad son auténticos estudiantes, deben devolver la Universidad, regresar a sus aulas y lograr que sus padres, su familia y la propia comunidad se sientan orgullosos por su valentía o —si no tienen nada que ver con el Alma Máter— seguir con esa faceta de vándalos, como ocurre en la UNAM y cuyos movimientos benefician a “alguien” que sabe mecer la cuna.
Patricia lleva ahora los pantalones. La comunidad universitaria debe respaldarla y reconstruirse. Y sobre todo, tener paciencia, tolerancia y cuidado con esos grupúsculos que desean seguir dañando nuestra esencia máxima y someter con sus peroratas a la Rectora de la Universidad Autónoma del Estado de México. Esa es su batalla, y no está sola.
Refieren el hallazgo de cientos de cadáveres almacenados en la bodega de una funeraria; evidencian sanguinarios crímenes en agravio de niñas y niños, feminicidios, protestas por un sistema de salud colapsado; advierten conductas de gobernantes “intocables” que atentan contra la libertad de expresión, aliados con jueces que satisfacen su ambición dictando sentencias para blindarse de opiniones críticas.
Los medios señalan extorsiones en Veracruz, donde se minimiza el asesinato de una mujer exhibiendo que murió de un infarto. Y luego están las redes sociales usadas para crear “cortinas de humo”: por ejemplo, la racista argentina, la millonaria peruana que escupe a empleados, la infidelidad del “Escorpión Dorado”, el “Chicharito” y sus machistas opiniones, el América que nomás no puede ganar nada, o incluso los “rellenos” de una tal Ángela Aguilar.
Y después, la versión oficial, que refiere estadísticas de grandiosos logros contra la delincuencia... para encubrir los vínculos de un senador con un jefe de la mafia.
La fórmula para comprender lo que ocurre en México está ahí: en el menú de opciones comunicativas que se viven a diario. Al final, eso es libertad de expresión. No se trata de arremeter contra quien informa u opina diferente, sino de fortalecer lo que usted quiere ver, escuchar y leer diariamente.